Seguramente
muchos de vosotros, en alguna ocasión, hayáis sido testigos de algún debate
político televisado en nuestro país. Y si no, quizá hayáis visto algún extracto
de los debates que organizan en Estados Unidos. El último de ellos, sin ir más
lejos, entre Obama y Romney con motivo de las últimas elecciones
norteamericanas.
Más de uno,
estoy convencido de ello, se habrá preguntado por qué en esos debates pueden
faltar algunas preguntas realmente comprometidas. Habrá otros que les llamará
la atención lo bien que tienen aprendido el discurso cada uno de los
candidatos. Y quedarán algunos que resalten la pulcritud, casi quirúrgica, de
estos encuentros ante los votantes. Todo parece estar medido al milímetro.
Pero todo
esto tiene una explicación. Porque lo que la gran mayoría no sabrá, es que la
Commission on Presidential Debates (CPD), o Comisión para los Debates
Presidenciales, es el organismo que marca el devenir de dichos enfrentamientos.
Creada en 1987, esta comisión elabora unos contratos, secretos por supuesto,
cuyo contenido es aceptado por el partido republicano y el demócrata tras ser
examinados minuciosamente. En estos contratos se establecen las preguntas, los
interlocutores que las realizarán, los tiempos de respuesta, el escenario y
hasta la altura de los atriles tras los que se pertrecharán los futuros
presidentes. Eso sí, todo esto lo ocultan asegurando que su misión no es otra
que la de patrocinar estos eventos como lo llevan haciendo desde 1988 hasta la
actualidad.
Pero hay
más. ¿Cómo se crea esta organización? Es sencillo. Antes de la existencia del
CPD, la Liga de Mujeres Votantes era la encargada de dar rigor, seriedad y
transparencia a los debates entre los principales candidatos a la presidencia
de los Estados Unidos. La Liga no aceptaba que se pudieran poner cortapisas a
las interpelaciones de los encargados de realizar las preguntas. Por eso
cuando, en 1988, George Bush padre y Michael Dukakis firmaron un acuerdo para
la no agresión en el debate, así como pare renunciar a responder a ciertas
preguntas comprometidas, la Liga se rebeló tildando este debate de fraude
contra el votante estadounidense.
A raíz de
ahí el CPD tomó las riendas en la organización de los debates políticos
televisados, los cuales, eran, y son, financiados con aportaciones de
multinacionales con un único objetivo: formar grupos de presión (lobbies) para
que su candidato, es decir, aquel que en un futuro, de algún modo, le reportará
más beneficios, de una imagen al votante lo suficientemente buena como para
alcanzar la Casa Blanca.
Por eso no
es de extrañar que el CPD se haya convertido por sí mismo en otra multinacional
con una cantidad de ingresos que haría palidecer a más de uno. Al fin y al cabo
están trazando los designios de una de las naciones más importantes de nuestro
planeta. Y eso hay que hacerlo bien. Con recursos. Y es que como ya declaró
Frank Fahrenkopf, co-persidente del CPD, “No vamos a disculparnos por intentar
influir en las elecciones políticas”.
Dicho esto,
¿qué valor tienen estos acontecimientos programados? ¿No sería más constructivo
para el votante, saber cómo reaccionan sus futuros gobernantes ante preguntas
comprometidas? Seguramente sí pero, ¿alguien cree que tenemos el control sobre
eso? Reflexionad.
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